El alquimista,
En la esquina de Apodaca con Larra, apodado por todo el mundo como “el culo de pachá” es perfecto para dejarse caer en sus sillas de madera y ponerte de cerveza y calimocho servidas en macetas hasta donde tú madre pensaría que es una indecencia, digo macetas porque realmente lo son, pensadas para compartir liquido y lo que uno quiera.
Personalmente soy de mucho compartir, sobre todo chorradas, me divierten, me entretienen y me alegran el día entero, y aunque la música acompaña a este reducto rockero, lo mejor es cuando encuentras a alguien que te sigue en tontería y hace que no te des cuenta de que está sonando o de si la niebla no es tal sino humo.
Fui con un par de amigos y por supuesto acabamos divagando sobre la vida eterna, el gobierno y si es mejor el bocadillo de atún con tomate o el de tortilla francesa, todo, como diría mi amigo Nacho gracias a la magia del vino… ¡esos colorcillos que tanto gustan!.
Al fin y al cabo El alquimista actuó como tenía que actuar, como mediador entre una cena simple y una noche bastante bizarra, no sé si estas cosas se predisponen cuando quedas con gente que hace tiempo que no ves y te acuerdas de lo bien que lo pasabais juntos o porque simplemente llevábamos un pedo elegante y una cosa lleva a la otra… el caso es que fue una noche genial que comenzó con humor como no podía ser menos dándole por “el culo a pachá”.

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